Las luces del jardín
- Adri - 31/05/2007 01:01
Noche de Verano de 1986. Acababa de pasar un avión y mi padre se aprovechó de la ingenuidad de los niños que estábamos en la entrada...
- "Eso no es un avión, es un platillo volante".
Seguramente Antoñito y yo no caímos tan pronto en la trampa, pero mi hermano (que se apuntaba a cualquier cosa) ya empezaba a sentir cierta inquietud. Alguno de los jóvenes (no recuerdo si Rafa, Ignacio o mi propio padre) salió gritando que había algo raro en el jardín interior de la casa.
Avanzábamos sigilosamente por el pasillo en dirección al jardín, cuando mi padre se incorporó al grupo de exploradores con una escoba (por si acaso). Se empezaba a notar el miedo y el nerviosismo.
Por fin llegamos al jardín, pero nadie se aventuró a entrar. Era un jardín pequeño, con un gran seto en el centro, pero con suficiente espacio como para que Rafa e Ignacio hicieran sus primeras grabaciones con una videocámara, Antonio y yo jugáramos y mi hermano se cubriera de hormigas.
El silencio de la noche se vio interrumpido por un sonido metálico y chirriante, y una serie de luces que provenían de detrás del seto. Ni que decir tiene que los niños estábamos completamente asustados. No recuerdo bien cual era nuestro plan, si descubrir al extraterrestre causante de los ruidos o salir corriendo por el pasillo. El caso es que antes de que pudiésemos reaccionar, apareció el abuelo con uno de sus inventos. Se trataba de un aparato rectangular con muchos botones, blanco si no recuerdo mal. Desconozco cual era su finalidad, pero si el abuelo lo fabricó para que sus nietos e hijos pasaran un rato divertido... desde luego funcionó a la perfección.
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