Una cuestión pendiente
Son poco más de las seis de la mañana, lo que considerado en periodo vacacional puede significar claramente una intempestiva hora de madrugada. Desperté hace más de una hora, y desde entonces no paro de dar vueltas a una cuestión pendiente de resolver y finalmente, dada la imposibilidad de reconciliar el sueño, decido levantarme y tratar de poner en orden mis ideas.
Los pensamientos se han centrado en mi padre, en los recuerdos de mi padre. Mejor dicho, en los recuerdos materiales de mi padre. Me explico: hay una clase de recuerdos, los más importantes, que no tienen más límites que lo que puede abarcar la capacidad de mi memoria o la capacidad de reconocerlos en el grado de influencia que han tenido sobre mi vida. Hay otros, los materiales, aquellos referidos a los objetos que le pertenecían que tienen para mí una elevada carga simbólica, además de representar algo tangible que queda de él. Estos últimos, sí tienen el límite de lo material y la obligación de compartirlos. Y esa es una cuestión pendiente de resolver.
La noche de su muerte, cogí lo que probablemente fue una de sus últimas “elaboraciones”. Salí con ella a la calle, lloré y de manera instintiva, como si la quisiera preservar de una pérdida improbable, la guardé en el coche. Su valor material era escaso. Su valor simbólico era enorme: se trataba de un tubo de plástico en el que se acoplaba un pequeño ventilador de ordenador que él me había proporcionado y que después de algunos años de uso, yo le había devuelto no hacía mucho tiempo. Más allá de este hecho anecdótico, esa enorme carga simbólica a la que me refiero, venía representada por dos cuestiones fundamentales: la primera, su capacidad de ingenio a la que nos tenía acostumbrado y que tanto echo de menos, y la segunda su deseo de “coger aire”, ese aire que se le escapaba y que él pretendía resolver a través de su ingenio. No pudo ser…
Naturalmente, ese objeto lo restituí al cabo de lo días a su lugar de origen. No me podía arrogar más derecho que nadie a poseerlo, pero hoy me pregunto qué habrá sido de él y quién, con el mismo derecho que yo, se va a hacer cargo de él.
Relacionada con todo esto hay una cuestión que no me gustaría que se interpretara mal, pero que tampoco debo obviar: para algunos de sus nietos, mi padre fue “como un padre”, lo cual me alegra y engrandece su memoria, pero no hay que olvidar que para mí –y naturalmente para el resto de mis hermanos–, fue mi padre.
Toda esta parrafada trata de explicar la cuestión pendiente que hoy me ha desvelado. Quiero tener cerca de mí algunas cosas de mi padre y albergo la idea de que mis hijos, en el futuro, quieran conservar esas cosas de su abuelo. Lo necesito. Seguramente no más que nadie, pero sí igual que cualquiera. Y me gustaría, más pronto que tarde, resolver esta “cuestión pendiente”.
Foro del Sitio @kme
PARA @KME - neo cosmos - 26/08/2007 15:51
Respecto a lo de tu asunto pendiente, te comprendo como nadie. Es duro ver esas cosas y decir: me gustaría tenerlas para toda la vida. Sé que el que más hijo se siente de mis primos soy yo, o el que por suerte ha estado más a su lado, como sus hijos en la infancia. Siendo sincero, para mí seria un orgullo que todos mis tíos, que habéis tenido que ser como mi padre alguna que otra vez, tengáis cosas de la persona que más ha sido mi padre. Todos tenemos derecho, es nuestro, es de todos.
Como seguramente os habrán comentado dentro de poco tendré más tiempo, y entonces me gustaría meterme abajo y empezar a hacer algo. Me gustaría que cada día que cualquiera de vosotros tenga un hueco, se viniese y estuviese conmigo viendo todo y poniendo orden. Lo cual me lleva a otra cuestión: el verdadero orden de mi sótano es su propio desorden; evidentemente me refiero a la parte de mi abuelo. Ya que él lo tenía así, jejeje. Bueno como te iba diciendo me encantara que tengas lo que desees porque sé que lo cuidarás con el corazón pero a cambio te llevas algo más y es el sentimiento de saber que llevándote eso eres más mi padre y yo soy más tu hijo.
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