Los cuatro pasos del duelo
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Dicen que el tiempo lo cura todo, pero en muchas ocasiones que el tiempo no lo cura todo, sólamente lo adapta. Visto de esta manera no se trata simplemente de dejar pasar el tiempo sin hacer nada. Lo que realmente ayuda es lo que hacemos con nuestro tiempo.
- ¿Estamos utilizando nuestro tiempo para ACEPTAR LA PÉRDIDA, para reconocer que nuestro ser querido ha muerto y no lo vamos a recuperar?
- ¿Estamos utilizando nuestro tiempo para expresar las emociones y SENTIR EL DOLOR que supone para nosotros esa pérdida?
- ¿Estamos utilizando nuestro tiempo para APRENDER A VIVIR sin esa persona tan querida para nosotros?
- ¿Estamos utilizando nuestro tiempo para, llegado el momento, recuperar todo nuestro INTERES POR LA VIDA ?
Si queremos vivir de una manera sana nuestro duelo, si no queremos arrastrar indefinidamente el dolor, no basta pues con esperar a que todo se pase, o seguir viviendo como si nada hubiera pasado. Necesitamos dar algunos difíciles pasos y aprender las duras lecciones de la pérdida. No existen atajos para el dolor.
Aceptemos también que tendremos que vivir momentos duros y emociones intensas, que estaremos más vulnerable...No nos exijamos más de la cuenta, seamos amables con nosotros mismos y respetemos el ritmo de cada uno, empezando por el nuestro.
“No siempre que le damos vueltas a un hecho estamos aprendiendo de él. A veces hacemos lo contrario, y sólo conseguimos hundirnos. Ningún problema puede arrebatarnos nuestro presente. Incluso en las circunstancias físicas más duras, siempre nos pertenecerán nuestros pensamientos y, con ellos, nuestras emociones. Cuando perdemos la confianza en nosotros mismos, toda nuestra vida se desmorona. En esos momentos resulta difícil reaccionar, pero es ahí cuando tenemos que luchar y no dejarnos llevar por la apatía, el desencanto, la ausencia de horizontes...”, dice Carmen Canterla.
Los cuatro pasos...
1.- Aceptar la pérdida.
Aunque sea la cosa más difícil que hemos de hacer, debemos llegar a aceptar esta dura realidad: nuestro ser querido ha muerto y no va a regresar. Aceptar con la cabeza es fácil, sabemos que ha muerto. Lo difícil es aceptar con el corazón, con los sentimientos. Es pues muy normal un tiempo (pueden ser meses) en el que uno vaya contra la dura realidad. Démonos tiempo.
Hablar de la pérdida, contar las circunstancias de la muerte…Todo esto puede ayudar poco a poco, y con mucho dolor, a ir aceptando el hecho de la muerte. Es definitivo este paso, cuando se pierde toda esperanza de recuperar a la persona querida, y constituye el momento de la verdadera despedida.
2.- Sentir el dolor.
También necesitamos sentir el dolor y todas las emociones que le acompañan: tristeza, rabia, miedo, impotencia, desesperación, culpa…
Hay que personas que nos dicen, con la mejor intención: “Tienes que ser fuerte”. No hay que hacer caso. No escondamos el dolor. Es bueno compartir lo que te está pasando con tu familia, amigos de confianza…No nos guardemos todo para nosotros mismos por miedo a cansar o molestar.
Si no quieres compartir o mostrar tus emociones a otros, no tienes porque hacerlo, pero debes buscar otras manera de dar salida y vivir tus emociones en privado.
3.- Aprender a vivir sin esa persona.
Recordemos que hay tiempo para todo, para sentir y vivir el duelo, pero también para hacer, para ocuparnos de las actividades de la vida cotidiana. Aunque sintamos que el mundo se ha parado para nosotros, también es cierto que la vida sigue con sus muchas y quizás nuevas exigencias. Una actitud adecuada sería aquella que busca un cierto equilibrio entre el sentir y el hacer.
De esta forma, hacer el duelo significa también aprender a vivir sin esa persona, aprender a tomar decisiones por uno mismo, aprender a desempeñar tareas que antes hacía el fallecido, aprender nuevas formas de relación con la familia y amigos, aprender un nuevo sentido del mundo y de uno mismo...
4.- Recuperar el interés por la vida y por los que aún la viven.
Llega un momento en que sabemos que es necesario soltar el dolor y el pasado. La vida nos espera llena de nuevas posibilidades.
No hay nada malo en querer disfrutar, en querer ser feliz, en seguir compartiendo buenos momentos con los presentes… En realidad, el corazón herido cicatriza abriéndose a los demás.
Esto es lo que escribía una adolescente a su madre 2 años después de perder a su padre: “Existen otras personas a las que amar, y eso, no significa que quiero menos a papá”.
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Finalizar el duelo no es olvidar... Para cada persona puede significar cosas distintas:
- Puede significar llegar a perdonarle y perdonarte por todo lo que quizás no fue la relación, por todo lo negativo, por el daño causado...
- Pensar en esa persona sin sentir ya ese latigazo de dolor y recordarle con ternura y agradecimiento por lo vivido juntos.
- Poder dar un sentido a todo lo que se ha vivido en estos años.
- Entender con el corazón en la mano que el AMOR no se acaba con la muerte.
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